Este no es un banco ordinario. Sus cajeros automáticos están en latín, los sacerdotes usan una entrada privada, y en sus estancias un retrato a tamaño natural del papa Benedicto XVI cuelga de la pared, pero el Instituto de Trabajos Religiosos es un banco y se encuentra de nuevo bajo duro escrutinio, incluyendo alegaciones de lavado de dinero que llevaron a la policía a cuantificar en 23 millones de euros en activos (bajo sospecha) del Vaticano en Setiembre. Los críticos dicen que este caso muestra que el «Banco Vaticano» nunca ha abandonado su afición por el secretismo y el escándalo.
El Vaticano denomina la cuantificación de activos como «malentendido» y expresa su optimismo respecto a un rápido esclarecimiento del caso. Pero los documentos en poder de los fiscales muestran que el Banco Vaticano deliberadamente desobedeció las leyes «anti-lavado de dinero» «con el objeto de ocultar la propiedad, destino y origen del capital». Los documentos también revelan las sospechas de los investigadores de que el clero podría haber actúado como un frente para hombres corruptos de la mafia. Los documentos apuntan a dos transacciones que no habían sido reportadas: una en 2009 con nombre falso y otra en 2010 en la que el Banco Vaticano retiró 650.000 euros de una banco italiano ignorando los requerimientos del banco para desglosar adonde el dinero se había destinado.
Las nuevas alegaciones de impropiedad financiera no podrían haber llegado en peor momento para el Vaticano, golpeado ya por las revelaciones que implicaban a sacerdotes pedófilos. Las pruebas de corrupción han dado nuevas esperanzas a supervivientes del holocausto que intentaron sin éxito demandar al Vaticano en Estados Unidos, alegando que el botín nazi estaba almacenado en el banco del Vaticano.