El quinto terremoto más importante de la historia se produjo en Japón el pasado día 11 de marzo, fecha dolorosa donde las haya para muchos españoles por el recuerdo del atentado en los trenes de Atocha en Madrid. La autoría de los hechos aun no ha sido esclarecida y para no abundar en esta materia, que no es la de este artículo, diré que el asunto ha tomado el mismo color turbio que el de otros como el 11S en Nueva York o el atentado de 7J en Londres.
Un incendio en uno de los reactores de la central nuclear de Fukushima
A partir del momento cero el pasado viernes, los contadores se pusieron en marcha: los contadores de terremotos y réplicas en la región afectada, más de 200 ya; los contadores mediáticos que cuentan muertos, con un discurso de cifras en crecimiento exponencial a medida que vamos acoplándonos sicológicamente a cifras ya anteriores y ya espeluznantes; los contadores de historias que hablan de conspiraciones; los contadores que dejaron atrás a los muertos y desaparecidos para centrarse en el accidente / de la central nuclear de Fukushima y los contadores del cuento oficial del gobierno japonés retransmitido por otros tantos gobiernos, siempre en la línea de comunicar tranquilidad y calma a la población.
La tranquilidad y la calma están muy bien, excepto cuando las circunstancias en realidad exigen poner en marcha mecanismos de defensa y alerta más específicos.
Siempre he sentido una gran admiración por la forma elegante y calmosa com que se comportan los japoneses en las peores situaciones de la vida, no importa si son desastres naturales o tragedias personales. Siempre hay algo elegantemente zen en su actitud que inspira un profundo respeto por ellos. He tratado con japoneses en el pasado durante muchos años y puedo dar fe de que esa expresión emocional que observamos en los japoneses ante esta desgracia, muestra una actitud general ante la vida y los acontecimientos que no pueden ser de otro modo y el ser humano no tiene más remedio que aceptar.
Pero no dejo de preguntarme en qué medida el engaño de los que les gobiernan allí contribuye a esa actitud de calma y traquilidad que mantienen, al menos ante las cámaras y me pregunto si todo es estoicismo zen será fruto de información veraz o si no habrá una alta dosis de falta de una foto real de lo que está sucediendo e ignorancia respecto a la verdadera gravedad de los hechos.